" Las líneas que van a seguir a continuación están basadas en una experiencia personal, como observador al mismo tiempo que participante, durante un año, en un grupo terapéutico/didáctico de orientación analítica..."
ARTICULOS ORIGINALES
LA MUERTE DE UN PSICOANALISTA
(una experiencia grupo-analítica)
Dr. Carlos Frigola
Las líneas que van a seguir a
continuación están basadas en una experiencia personal, como observador al
mismo tiempo que participante, durante un año, en un grupo
terapéutico/didáctico de orientación analítica compuesto por catorce personas,
cuyas edades estaban comprendidas entre los 25 y los 46 años, mitad hombres y
mitad mujeres. Nos reunimos una vez por semana ininterrumpidamente, durante una
hora y media de duración a excepción de dos semanas por Navidad y una por
Semana Santa. En este grupo estaban incluidos dos pacientes, aunque el grupo en
sí no era un grupo terapéutico propiamente dicho. Las profesiones de los
distintos miembros estaban más o menos relacionadas con la psicología, la
psiquiatría y la salud mental. Este grupo estaba organizado por el “Institute
of Group Analisis” de Londres.
El desarrollo de dicho grupo a lo
largo de las primera nueve sesiones fue normal. Cuatro días después de la
novena sesión, los integrantes del grupo recibimos una carta en la que se nos
comunicaba que el Dr. Smith (1) había fallecido en su domicilio de un ataque cardiaco.
Por otra parte, se nos comunicaba que el funeral tendría lugar dos días después
y que estábamos especialmente invitados. Al final de la carta se refería a que
la dirección del Centro que había organizado el grupo haría todo lo posible
para que éste pudiera seguir sin interrupción.
Todos los integrantes del grupo
acudimos puntualmente a la sesión décima, a excepción de un miembro que se
retrasó unos 3 o 4 minutos. A la hora de costumbre, el secretario del Instituto
entró en la habitación donde tenían lugar las sesiones acompañado de un nuevo
psicoanalista. El grupo empezó a mostrar su sorpresa a través de la interacción
no-verbal expresada en forma de gestos, miradas y desafíos entre los miembros y
entre estos y el nuevo psicoterapeuta. El secretario nos lo presentó y nos
comunicó que en adelante el tomaría la dirección del grupo del Dr. Smith,
recientemente fallecido.
Una vez que el secretario hubo
abandonado la habitación, el nuevo psicoterapeuta entregó al miembro que estaba
situado a su derecha un papel en blanco para que cada cual escribiera su nombre
de pila y que lo fuera pasando hasta que se completara la lista. Esto serviría
para conocer más rápidamente- según dijo-el nombre de cada uno de los
integrantes del grupo. Una vez completada la lista, el miembro de su izquierda
le entregó el papel.
En esta sesión Anne, uno de los
miembros llegó unos minutos tarde. Tal como reconoció posteriormente,
experimentó un gran sobresalto por la presencia física del nuevo terapeuta. Al
entrar, y aunque había una silla disponible, Anne prefirió sentarse en el suelo
antes de ocupar el sitio del DR. Smith, ya que según su “fantasía” era la silla
preferida del psicoanalista fallecido: aunque el resto del grupo no estuvo de
acuerdo con este hecho. Tal comportamiento, fuera de lo corriente (función de
la experiencia de relación) fue experimentado por los miembros restantes como
muy anormal, cerca de lo “psicótico”. Sin embargo, la sorpresa del grupo por la
conducta de Anne fue debida, más que a la rareza de la explicación subsiguiente,
“Quiero dejar este sitio libre en su memoria”, al hecho en sí de sentarse en el
suelo, comportamiento que el grupo no entendía en absoluto.
El comportamiento de Anne,
función de su experiencia inconsciente y no como un dato aislado desprovisto de
finalidad (proceso) se llenó de sentido cuando dicho comportamiento de analizó
en función de la praxis básica de grupo. La sorpresa del grupo fue debida a que
experimentó la praxis de Anne como un proceso, y etiquetó – tres sesiones más
adelante- su conducta como psicótica. El grupo des territorializado y
acéfalo que hizo todo lo posible para
mantener su” razón- de- ser” lo lograría, no a través de la razón de ser, es
decir su seguridad ontológica sino a través de la seguridad óntica: la apariencia-
de -ser; apariencia que Anne cuestionó al sentarse en el suelo. En otras
palabras, para el grupo era más importante el hecho de aparentar ser que el
hecho de ser en sí. Era más importante el obedecer pasivamente y continuar
siendo un miembro normal/ adaptado del grupo -ahora huérfano y sin líder- que
el propio contenido el mandato inconsciente: “El grupo, que es más importante
que la suma de sus partes, no puede morir.
Más adelante, en esta misma
sesión, tres de los miembros que fueron los únicos que asistieron al funeral,
empezaron a brindar al grupo el material de éste, facilitando al mismo tiempo
toda suerte de detalles, intentando así presentar una imagen humana del
psicoanalista fallecido. Hablaban, por ejemplo, de su familia, de la casa donde
vivía, de sus aficiones (era un reconocido jugador de bridge). Etc. Los miembros
restantes insistían y preguntaban compulsivamente por más información. El nuevo
psicoterapeuta hizo la siguiente interpretación en estos términos. El grupo
estaba ahora a merced de los tres miembros, los cuales lo manipulaban a través
del material personal. Algunos de los miembros se habían disculpado por su
ausencia al funeral a los que si asistieron. Por esta razón, la asistencia al
funeral fuera debida quizá a “poderosas” razones personales; ya que todos los
miembros habían sido invitados y solamente ellos tres asistieron. Su
comportamiento exhibicionista/voyeur frente al grupo podía ser consecuencia de
tales razones.
Esta interpretación inesperada
fue vista como una intrusión, un ataque directo al grupo, así como un intento de
romper su unidad. Anne, manifestando una profunda tensión interior- producto de
la pasada experiencia con el anterior psicoanalista, al cual había identificado
con su padre- cuestionó al grupo, aunque no de forma directa: ¿quién era aquel extraño
que estaba “representando el papel de psicoterapeuta”? ¿Quién era él para
hablar en nombre del grupo? El nuevo psicoanalista utilizaba siempre el nombre
de “Dr. Smith” cuando se refería a su antecesor, mientras el grupo utilizaba el
termino “él” en una especie de tuteo. En aquel momento no pudimos dilucidar si
el tuteo era un tabú nominal o tenía otras implicaciones. De todas maneras, el
clima de esta sesión era de una fuerte excitación.
La orgía
La sesión siguiente enlazaba ya
con las vacaciones e Navidad, por lo que quedaban dos semanas hasta la próxima
sesión. En esta sesión memorable el grupo se dirigió, desde el primer momento,
hacia la orgia. Uno de los miembros, Peter, empezó diciendo que durante la
última sesión había experimentado una fuerte excitación sexual- que se había manifestado
incluso en una erección placentera, según dijo, - cundo uno de sus miembros María
lloraba desconsoladamente al relatar le experiencia de sus relaciones
familiares, con especial énfasis, en la relación con su hermano que estaba
ingresado en un hospital mental. El grupo, como-un-todo, ignorando a nivel
consciente la muerte del anterior psicoterapeuta, se dirigió- después del
relato de Peter- hacia una especia de orgía dionisiaca que se manifestó como
una explosión de los profundos y a la vez reprimidos impulsos sexuales de unos
miembros hacia otros. Por vez primera el grupo tomaba consciencia del sexo de
los diferentes miembros del mismo, ya que hasta entonces- según el mismo grupo-
este había sido neutro o asexual. Los miembros se seducían mutuamente y parecía
que se perdía el control. Esta pérdida del control (desmadre) se manifestaba en
una pérdida progresiva del control orgáamico. (2).
Al llegar a este punto Susan, la
más atractiva según la mayoría de los miembros masculinos del grupo, se dirigió
a éste, concienciándolo de la realidad dolorosa de la separación durante el
lapso de tiempo de las vacaciones próximas. Señaló que, a pesar de la
separación forzosa, el grupo tendría la oportunidad de seguir siendo “grupo”,
ya que ella iba a hacer un programa en la televisión (todos ignoraban hasta entonces cuál era su profesión) y podrían
verla fuera de las sesiones, y, por lo tanto, “pensar” en el grupo. Otro de los
miembros, David, hizo una declaración parecida. Señaló que intervendría en un
programa de información pública, también por televisión.
El psicoterapeuta hizo una
interpretación en el sentido que el grupo-como-un-todo había intentado la
continuidad del grupo (con el psicoanalista fallecido) a través de la orgia:
copulando en fantasía como la única
posibilidad de continuar la vida del terapeuta fallecido, en un intento de
superar la muerte a través de crear algo nuevo. Al fracasar en este intento de
ritualización, el grupo se dirigió hacia la continuidad histórica. Al
brindar los dos miembros del grupo (Susan y David) la posibilidad de continuar
como “grupo” las dos semanas de vacaciones, perpetuaban “históricamente” al
líder fallecido.
En esta sesión se produjo el
primer abandono. El psicoterapeuta comunicó al grupo que había recibido una
notificación por parte de Anne en la le indicaba que, en adelante, por razones
personales, no podría asistir a más sesiones.
El cambio
En la primera sesión después de
vacaciones de Navidad, el terapeuta comunicó al grupo que había recibido una
segunda nota de Anne en la que le comunicaba que había sido ingresada en un
hospital mental. Hennar- un miembro del grupo dijo que ya conocía la noticia
por conducto profesional, noticia que por otra parte no le extrañaba excesivamente.
Si embargo, añadió que se sorprendía porque unas semanas antes, Anne había
hablado con ella (fuera del grupo) de su trabajo en una comunidad terapéutica
en la cual había una plaza vacante de asistente social. Hennar facilitó al
grupo toda suerte de detalles del desarrollo “psicótico” de Anne, de la misma
forma como unas semanas antes lo hiciera con el material del funeral del Dr.
Smith. Está sesión transcurrió con mucha ansiedad por parte de algunos miembros
del grupo, ya que este no esperaba que las cosas hubieran ido tan lejos para
Anne. Hennar continuó relatando todo lo referente a Anne durante las dos
semanas de vacaciones.
De pronto, la figura del nuevo
terapeuta cobró un interés inusitado. Se habrían cambiado algunos muebles y
cuadros de la habitación donde tenían lugar las sesiones- cosa al parecer
corriente durante las pausas de vacaciones. Sin embargo, el grupo lo vio como
una exigencia hacia el cambio, enfrentándose así con el principio de realidad.
Los miembros del grupo estuvieron intercambiando sus impresiones acerca de las
diferencias entre los distintos mobiliarios y experimentaron, en general, el
mobiliario actual (perteneciente en fantasía al nuevo analista) como mucho más
“joven” y “dinámico”. Simultáneamente apareció un sentimiento de culpa y amargura
por la muerte del Dr. Smith. El grupo sintió en sus carnes como “si lo hubiera
matado”. Uno de los miembros se refirió a la situación de la siguiente forma:
“Era bastante mayor como para soportar la carga de todos nosotros”. Otro dijo:
“Se le veía muy delicado de salud últimamente”; nuestras continuas discusiones
seguramente debieron perjudicarle”. Al mismo tiempo se experimentó la crisis de
Anne un “proceso” cuya casusa remota era “…el fallecimiento o quizá la sorpresa
pidieron ser, en fin…la gota que hace derramar el vaso” según dijo uno de los
miembros.
Tengo que hacer notar- a
propósito de este “proceso”- que en la sesión anterior al fallecimiento del Dr.
Smith, Anne relató al grupo la siguiente experiencia. Como había llegado unos
cinco minutos antes a la sesión había visto como el psicoanalista había cambia
cambiado el orden de las sillas. Manifestó, sin darles más importancia, que
quizá estaba colocando un magnetófono para grabar las sesiones, cosa sin
importancia según ella, dadas las características del grupo, compuesto sobre
todo por profesionales de la psicología.
La restauración
En la sesión siguiente, al
comienzo, Pablo relató un sueño que había tenido durante la semana y dadas las
características, creyó que podía tener relación con lo que estaba pasando en el
grupo. Soñó que había sido invitado por algunos miembros del grupo a una cena.
Recordaba vagamente que estaba comiendo algo- quizá un pollo y que, a pesar de no estar acostumbrado a
comerlo con las manos, en el sueño recordaba que así lo hacía, “pelando” todos
los huesos y amontonándolos en una especie de recipiente. Al llegar aquí contó
que se había despertado con una gran sensación de angustia. Otro miembro,
Angela, al escuchar este sueño, se dirigió al psicoterapeuta y dijo, sonriendo
que ella también había estado soñando con “huesos”. Había soñado que era una
fecha importante para ella- quizás algún aniversario- y que había llegado (no
recordaba cómo) a un cementerio en el que había unas tumbas. Unos hombres
estaban cavando una tumba y empezaban, de repente, a aparecer huesos (3).
Estos sueños produjeron mucha
interacción verbal entre los miembros al interpretarlo el psicoanalista como el
intento del grupo de “desenterrar” todo el material reprimido de las nueve
sesiones con el Dr. Smith; siendo los huesos del sueño los propios huesos del
psicoanalista fallecido.
En este punto, algunos miembros
hacían su propia interpretación como el recuerdo reprimido de la comida
antropomórfica. Los miembros habían matado (inconscientemente) a su líder y se
lo habían comido (incorporado). De hecho, los grupos didácticos funcionan a
nivel oral: a aprender de la experiencia. Por otra parte, estaba patente en el
grupo la idea del retorno infantil al totemismo, cuando los hermanos (en
asamblea) decidieron poner fin a la horda primitiva, matando al padre y
devorando su cadáver. El grupo hablaba y hablaba compulsivamente en un intento
de comprender intelectualmente el horrible crimen.
A lo largo de las sucesivas
sesiones, cuando se des intelectualizaron las interpretaciones y comentarios
obsesivos de los miembros fue apareciendo en el grupo, cada vez de forma más
nítida, la ambivalencia entre el dolor (consciente) y la satisfacción (inconsciente)
por la muerte fertilizante de la madre tierra
Sin embargo, el grupo estaba
todavía buscando un sustituto para Anne-que por cierto nunca se reincorporó-para
que se hiciera cargo del sentimiento de culpa de haber dejado morir al
psicoanalista. Lo encontró en Pablo, que se entregó al grupo para representar
el papel de “chivo expiatorio”. Pablo, que tenia problemas evidentes, como
explicó en una ocasión, lo difícil que era su vida familiar: su madre padecía
una psicosis maniaco-depresiva y su padre alcohólico, fue elegido (o mejor
dicho se eligió a sí mismo) para descargar la ansiedad que la reparación
producía en el grupo.
Cada vez
fue más evidente la ansiedad ahora volcada sobre Pablo, que, por otro lado,
aceptaba de buen grado este rol, que era muy conocido para él, ya que se
definía a sí mismo como el purificador de la realidad de su familia. Pablo fue,
de hecho, el nuevo líder del grupo. De esta forma el grupo iba sintiéndose
menos culpable de la muerte de su psicoanalista. Al mismo tiempo que aumentaba
inconscientemente la satisfacción del deseo reprimido de matar al psicoanalista
como consecuencia de una ambivalencia entre el deseo y el duelo de su muerte,
por lo que se eligió una víctima propiciatoria adecuada. Además, el proceso de
defensa que negaba este deseo inconsciente se convirtió, por mecanismos
proyectivos, en la idea paranoica que fue el propio grupo el único culpable del
desarrollo psicótico de uno de sus miembros.
(2) Los ritos dionisiacos, tienen, en el fondo, un profundo significado religioso y político a la vez, teñidos de una corriente libidinal entre lo espiritual y lo físico y viceversa. La orgia implica la necesidad, por parte de los participantes, del abandono hacia la naturaleza animal para poder experimentar el poder fertilizante de la madre tierra. Dionisos y Ariadna inician, de esta forma, al discípulo en los secretos de la naturaleza. En un nivel más profundo, el rito dionisiaco iniciático equivaldría al rito de Orfeo.
Este articulo fue publicado en el Boletín de la Sociedad Española de Psicoterapia y Técnicas
de Grupo en mayo del 1987.